De cómo el amor romántico se cargó el sexo

Hay pocos sexólogos que no estén de acuerdo con que la pornografía afecta a la sexualidad de las personas. Para bien o para mal, las tendencias del cine porno, marcan nuestros gustos y también nuestras expectativas. Y han corrido ríos de tinta al respecto. Sin embargo, hay otro cine que condiciona nuestra sexualidad, y del que se habla menos. El de las películas románticas. De hecho, para mí, el principal enemigo de una relación sexual sana es el ideal del amor romántico. Por muchos motivos.

La idea clave del amor romántico es sencilla: eres todo mío y todo para mí. Desde el pelo hasta la uña del pie. Vamos, que nuestro amor es tan potente que no solo nos une, nos crea un sentimiento de pertenencia. Porque el amor es así, lo posee todo. De ahí surgen infinidad de conflictos. El primero el de dejar en mano de otra persona nuestra sexualidad. Es decir, que todo lo que tiene que ver con el sexo, tiene que ver con mi pareja. Porque para eso se ha inventado el sexo, para quererse. O para tener hijos aunque no nos queramos mucho, pero eso es otro caso.

Por eso nos enfadamos cuando pese a tener una relación el otro tiene la fea y horrorosa manía de masturbarse, como si nuestro amor físico no fuera suficiente para colmar esa parcela de su vida. Como si sus ganas fueran siempre las nuestras. Y en el hipotético caso de que tenga que masturbarse, vaya usted a saber por qué, por la distancia o algún mal del mundo parecido, por supuesto, lo hará pensando en nosotros. Porque nos echa de menos y nos quiere mucho y no nos puede sacar de la cabeza. ¿Qué es eso de tener fantasías con otras personas? Vamos, que hay hasta quien lo considera una “infidelidad mental”. Faltaría más.

Cuando se quiere al otro, tanto, tanto, se le quiere hasta más que a uno mismo. Eso significa que en el sexo, por supuesto, hay que estar pendientes del placer del otro y no del tuyo propio. Nada de ser egoísta, aunque sea un rato. Nuestra prioridad son sus necesidades, aunque eso, en ocasiones, se contraponga a las nuestras. No vaya a ser que consigamos que sea un rato de disfrute o algo.

Porque en caso de disfrutar, claro, hay que hacerlo a la vez. Como está mandado. Porque claro, quien haya visto en una película romántica, un pelín más explícita, en el momento del orgasmo, se habrá fijado de que les llega siempre  a la vez. Se miran, parpadean, abren sus bocas y se embargan ambos  de ese sentimiento compartido. A ser posible, incluso mientras se dan un beso, acompasado y todo. Eso es lo bonito, correrse a la vez. Y si no te has ido a la vez, pues no sé, te aguantas, porque en las películas nadie dice eso de: oyes, yo no he acabado, ¿seguimos? O le da por hacerle sexo oral o alguna de esas guarradas. Vamos, qué ideas.

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