¿Por qué lo llamas amor cuando quieres decir adicción?

“No, no es amor, lo que tú sientes se llama obsesión”.  Esa frase no solo corresponde a uno de los éxitos veraniegos del grupo musical  Aventura ), también podría ser el resumen a la situación de muchas personas. Porque tras el ideal romántico del amor, lo que a veces ocultamos es un problema de salud mental en el que más que estar vinculados a otra persona, estamos ‘enganchados’ a la misma.

La primera pregunta, por tanto, es: ¿Podemos ser adictos a una persona?El psiquiatra Sergio Oliveros explica que una adicción es más “una dependencia de algo que genera una tolerancia”, es decir, algo que con el tiempo disminuye su efecto, y por lo tanto, necesitamos aumentar la dosis, produciendo una abstinencia específica cuando se interrumpe el consumo. Por ello, aunque en algunas relaciones puede verse cierto paralelismo con esta definición, el psiquiatra prefiere hablar de “necesidades de dependencia infantiles no resueltas”, que conllevan “la idealización o mitificación de la persona amada o deseada, los conflictos masoquistas no resueltos, es decir, sentirse merecedor de un castigo estableciendo un vínculo de dependencia con el verdugo,  y la obsesión por la otra persona”, por ello, desde su punto de vista “podemos ‘engancharnos’ a una relación con una persona real, pero también, hacerlo con una persona imaginada o personaje que represente un conflicto interno”.

Profundizando más en esta cuestión, el psicólogo Miguel Ángel Rizaldos  matiza que “la adicción a personas evidencia una forma de relacionarse basada en la dependencia emocional del otro”. Así, “el adicto a personas necesita con tanta angustia la compañía del otro, que acepta cualquier cosa con tal de no estar solo. Incluso aparece algo similar al síndrome de abstinencia”. No se trata de un tema baladí: “dicha adicción atenta contra la autoestima y la salud emocional, e interfiere negativamente en la vida social de quien la padece, generando vínculos contraproducentes a su alrededor”. Lo más preocupante es que trata de casos bastante comunes y, como explica el experto, es uno de los motivos de consulta más habituales en un gabinete de piscología.

¿Confundimos la obsesión con el amor?

“El amor es una palabra realmente polisémica, nadie podría definirla de una forma única. Llamamos amor a cosas tan diferentes como dependencia, deseo, cariño, sometimiento, pasión, fascinación, idealización etc.”, comenta el doctor Oliveros. ¿Pero entonces vale llamar amor a cualquier sentimiento hacia la otra persona? “La adicción a las relaciones es una forma patológica de amar” cita, por su parte,  Rizaldos,  pero qué duda acabe, que amar de este modo no es amar, ya que lejos de traernos serenidad, esta adicción solo provoca malestar tanto al afectado, como al objeto de nuestra obsesión. Uno de los principales problemas, según el psicólogo, es que se relegan los propios intereses, deseos y necesidades para someterse a relaciones destructivas donde una de las partes cede, en pos de ayudar a la otra”.

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