¿Por qué el consolador debería llamarse alegrador?

Quien lo ha probado lo sabe. En una sociedad que parece que vive últimamente bajo la dictadura de la felicidad, en la que todo el mundo parece querer vivir siempre con una sonrisa, hay algunos métodos que son capaces de conseguir que tengamos un subidón de alegría instantánea. Por ejemplo, pasar unos minutos a solas con nuestro vibrador favorito.

Está claro que el vibrador es todo un aliado en nuestras vidas, aunque, irónicamente, nació más bien como un aliado del hombre. Cuando en el s. XIX los médicos atendían en sus consultas a mujeres acusadas de la mal llamada ‘histeria femenina’, se vieron desbordados por la cantidad de pacientes. La idea era provocarles un “paraxismo histérico” manualmente para aliviar su dolencia. Es decir, que las masturbaban con la mano para llevarlas al orgasmo  y aliviar la tensión, que no tenía otro origen que la represión sexual de la mujer de la época. Claro, tantas masturbaciones incansables empezaron a provocar incluso calambres en las manos de los pobres médicos, que para salvar su negocio inventaron un artefacto eléctrico capaz de masturbar muchas más pacientes sin cansarse, y en un tiempo record.  Para más datos, siempre puede pasarse una noche de manta y sofá disfrutando de la película ‘Hysteria’  de Tanya Wexler.

El caso es que así nació lo que todavía hoy mucha gente llama “consolador”. Porque puede que en aquél entonces la idea fuera consolarse ante unos maridos que se preocupaban más bien poco de su satisfacción sexual. Pero, ¿tiene sentido a día de hoy mantener ese nombre para denominar a un vibrador?

Obviamente, no. Y aunque es algo que ya pensaban muchas mujeres, algunas han decidido hacer algo al respecto. Así la tienda erótica Platanomelón movilizó una petición en Change.org para que la RAE cambie el término “consolador” por el de “alegrador”. Mucho más descriptivo, donde va a parar.

Porque a día de hoy un vibrador no tiene como objetivo consolar. Para empezar, porque muchas veces se utiliza en pareja. Y es que, pese a lo que la mayoría de la gente piensa, el vibrador no está pensando solo para ser introducido en la vagina, sino que puede estar diseñador para dar placer por todo el cuerpo, desde el cuello, los pechos, a la línea alba que va desde el ombligo al monte de venus, las ingles o por qué no, las plantas de los pies. Aunque sin duda, el punto de estimulación por excelencia del vibrador es el clítoris.

Siendo así, existen diversos vibradores que están pensados para usarse incluso durante el coito, para que puedan servir como estimuladores del clítoris y conseguir así el orgasmo, que no suele llegar solo estimulando la vagina durante la penetración. Algo así como pinzas para poner enganchadas entre la vagina y el clítoris, o incluso vibradores blanditos y suaves para poder jugar con ellos sin que nos hagan daño en medio de las embestidas.

Es decir, que no se trata de sustituir a nadie, sino de sumar placer y alegría de la buena a la experiencia.

Por supuesto, también existen infinidad de modelos pensados para la masturbación femenina. Pero tampoco estos vibradores son un consuelo ante la ausencia del pene. Porque no, un pene no vibra. Ni tiene diferentes motores, movimientos ni inclinaciones para alcanzar a la vez el punto G, el cul de sac o succionar el clítoris. Porque la juguetería erótica avanza y los juguetes ya no solo vibran, sino que pueden moverse en nuestro interior, vibrar al ritmo de la música que estemos escuchando o succionar el clítoris con movimientos suaves y rítmicos.

Porque un juguete erótico es casi lo mismo que un juguete infantil, pero para adultos: permite jugar a solas, jugar con otros, puede ser un estupendo regalo, y desde luego, no sustituye a nuestros mejores amigos, aunque a veces pueden convertirse en uno más de ellos.

 

Este post se publicó originalmente en Ultravioletas Woman Magazine

 

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