La ley de los cinco sentidos

Se me acelera la respiración. El coche por fin se ha parado, no hay nadie alrededor. Llevo todo el trayecto inquieta, dejándome invadir por el olor de tu perfume, jugando con miradas y caricias furtivas, y pensando en lo que nos espera, en eso que sé que ahora está por llegar. Tu mano primero busca alguna canción en la radio, y como disimulando,  su gemela echa hacia atrás el asiento. Me miras, me coges de la barbilla y me acercas la cara para besarme. No pierdo el tiempo, y me lanzo sobre ti, las ganas pueden a la paciencia, y en apenas en un movimiento estoy cabalgando sobre ti. Mi boca en tu boca, luego en tu cuello, en tu oreja… tu boca baja  a la vez que tus manos, que hábiles desabrochan en un solo movimiento mi sujetador, dejando ahora muy poco a la imaginación. Suspiros…

Mi mano, traviesa también, baja por tu línea alba, y camina despacio por la tira de tu ropa interior.  Baja lenta pero segura, hasta encontrar el objeto deseado, que agarra entonces con fuerza. Gemidos… Tu mano, aprendiz de la mía, sube por mis muslos y se pierde en el interior de mi falda. Latidos…

La ropa vuela a la parte de atrás, y nuestros cuerpos se enredan cada vez más. Sin que nuestras bocas se separen, tus brazos me agarran con la misma fuerza con la que mis piernas se aferran a tu cadera.

Y entonces…todo pierde el orden, la lógica y ya no existe la razón, sino la ley de los cinco sentidos. Miradas, gemidos, sabores, caricias, olores…tu en mí, una y otra vez, más dentro, más grande, más rápido…más….más…y te viertes en mí, y siento el calor fluyendo en mi interior, y eso me hace irme una vez más…más…más…

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