¿Por qué mimamos tan poco la masturbación?

Siempre se habla de salir de la rutina sexual en pareja. Todos los expertos explican que cuando se lleva mucho tiempo teniendo relaciones sexuales con una misma persona, es necesario innovar para no caer en la desidia. Y en ese discurso que tanto se repite, sin embargo, siempre se olvida mencionar un pequeño detalle: que las parejas pueden ir y venir, pero la única persona con la que seguro tendremos una relación sexual para toda la vida será con nosotros mismos.

Sin embargo, parece que la masturbación sigue estando en un segundo plano. Sí, se empieza a hablar de sus beneficios y parece que nadie se ha quedado ciego a base de darse placer. Hasta hay una industria de juguetería erótica en torno al onanismo. Pero si bien existen manuales completos para realizar sexo oral o para hacer masajes eróticos en pareja, poco se cuenta respecto a cómo mejorar las técnicas del amor propio.

«Por mi propia experiencia, tanto conmigo misma como en el trabajo que hago con mujeres, puedo decir que innovamos poco o nada en nuestro propio placer», relata Sonia Encinas, experta en comunicación, sexualidad y género.

De la masturbación al autoerotismo

Los hombres no parecen tener un panorama especialmente diferente. El sexbloguer Ubal Araque compara el «hacerse una paja» con la comida rápida: «la pides, la consumes y te vas». ¿Y qué pasa con el disfrute y el autodescubrimiento?

Quizás el problema es que se entiende por masturbación un momento de desahogo. Una forma de eliminar tensión o incluso una técnica para lograr conciliar mejor el sueño. Extrañamente, en una época en la que los libros de autoayuda sobre cómo mejorar la autoestima inundan las estanterías, no se difunde el mensaje de que quererse también pasa por amar el cuerpo, en el sentido más estricto de la palabra.

Por ello, una de las propuestas es cambiar el concepto de masturbación, esa que se entiende como un consuelo ante la falta de pareja, por el de autoerotismo. Es decir, ser capaces de erotizarse a solas.

Esta idea se traduce por dedicarse tiempo y ganas, lo mismo que se hace en pareja. Ponerse unas velas, música suave e incluso, por qué no, lencería con la que sentirse sexy, sentirse bien. No hay que ir directamente al grano. Si se habla de importancia de los preliminares, aumentar el deseo a solas también tiene luego su recompensa con orgasmos más intensos. Se trata de tomarse tiempo para mimarse, pero también de descubrir nuevas vías para llegar al éxtasis, que sean diferentes al camino rápido y cómodo de siempre.

El inconveniente, como apunta Sonia Encinas, es que «vivimos en una sociedad frenética, donde las mujeres siguen cargadas de tareas dentro y fuera del hogar y no se priorizan». Es por ello que con esta realidad, «cuando llega el final del día, la mayoría llega a casa agotada, con el cuerpo apagado y con pocas ganas de autoerotismo, así que el hueco que le damos a la innovación es inexistente».

La importancia del clítoris

Como describe Encinas, las primeras experiencias masturbatorias femeninas casi siempre llegan de casualidad: «frotarse con una silla, mesa, esquina de la cama, almohada…». Lo que tienen en común es que se trata de una fricción del clítoris y no de una estimulación de la vagina.

Parte del problema es que el concepto que existe sobre la masturbación femenina, en el imaginario colectivo, está pervertido por la mente masculina. El cine porno ha vendido que las mujeres se masturban introduciéndose un dildo o los dedos, básicamente buscando el consuelo de un pene inexistente. La realidad es que las mujeres tienen más fácil llegar al orgasmo rozando su clítoris, como descubrieron casualmente en algún momento siendo niñas.

«En el imaginario colectivo el clítoris no está representado», apunta Sonia Encinas. Aunque es cierto que «en la intimidad, las mujeres lo usan a solas y saben que les gusta cuando sus parejas lo estimulan», aún permanece la creencia de que los orgasmos con más valor se obtienen por la vagina, «y a algunas les genera frustración no conseguir orgasmos con la penetración vaginal».

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